Por Marcos Barraza
Libertad, una de las palabras más hermosas que conocemos, el solo invocarla nos inflama el alma.
Cuantos han dado su vida por la “Libertad”, pero... ¿de qué tamaño es nuestra libertad? ¿En verdad la buscamos?
Al leer la Biblia nos encontramos con un párrafo maravilloso “Y Dios nos concede el libre albedrío”, la libertad en su grado máximo, luego vendrán cientos de párrafos que con lujo de detalles la eliminarán.
La Constitución también trae un párrafo grandioso: El esclavo por el solo hecho de pisar nuestra tierra será libre” el resto del texto y todas las leyes que de ella emanan la pulverizan, la desintegran.
Luego vienen las constituciones estatales que rimbombantemente inician con la palabra mágica, “El Estado Libre y Soberano de .... decreta y duro con las restricciones a la libertad.
La municipales irán hasta nuestra casa y negocio para marcar los límites de nuestra libertad.
Desde que se inicia el día nos despertamos y el frío nos sugiere no bañarnos, pero de inmediato pensamos que los compañeros de trabajo lo notarán, cuando morados salimos de la regadera vemos esos pantalones de mezclilla que tanto nos gustan y los hacemos a un lado porque el jefe nos quiere ver de traje y corbata.
Llegamos a la cocina, se nos antoja unos huevos con tocino y tomamos la avena y papaya que el doctor nos ordenó.
Nos sentamos un instante en el sofá para reposar el desayuno pero de inmediato vemos el reloj. ¿Cuarto para la seis? Voy a llegar tarde, corro al carro y al llegar a la esquina sabemos que dando vuelta a la derecha nos ahorraríamos cinco minutos de viaje, pero alguien puso una flecha y hay que ir por la izquierda hasta que zigzagueando llegamos a la empresa corriendo para estar en la junta de planeación.
Vamos al privado y tomamos el proyecto en el que hemos trabajado y que deslumbrará a los jefes, regresamos de la junta con el proyecto del jefe.
Llegó la hora de salida y de regreso a casa, ahora si a ejercer nuestra libertad podremos ver las caricaturas con los hijos o las telenovelas con la señora, total le hablamos al compadre y nos dirá si ganó nuestro equipo de fútbol o perdió, pero hay algo de libertad nos acercamos al librero y podemos tomar el libro que queramos para sentarnos cómodamente a leer una o dos páginas en tanto no grita la esposa que no hay leche y nos manda al supermercado por ella.
Así terminamos un día de libertad, así trascurre nuestra vida “en libertad”, optamos por la aceptación mas que por la libertad, tememos a la soledad que nos puede llevar la individualidad, tememos asumir la totalidad de nuestras decisiones y buscamos el consejo, la guía, al líder.
Es, pues, la libertad una utopía, un lugar a donde buscamos ir sin querer llegar, un lugar frío y desolado, un refugio abandonado, pero con que fuerza gritamos Viva la Libertad.
jueves, 28 de enero de 2010
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